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¡ANUNCIO!

Hola, os quería decir que el capítulo número 16 de nombre “Camping´´  es el último capítulo de la PRIMERA TEMPORADA, ¡ojo! la PRIMERA TEMPORADA, no quiere decir que no vaya a escribir más sobre Crespúsculo S: Esta temporada termine, pero…. yo sigo escribiendo y a quien le interese dejo aquí mi nuevo blog que es:  http://latristelocura.wordpress.com
Espero que os guste, solo voy por el tercer capítulo recién escrito (:

CON MUCHOS BESIITOS LALÍN!

16 – Camping

Íbamos de camping, aunque algunos de los Cullen iban a jugar al béisbol. Todos teníamos muchísimas cosas en las manos. Edward, Carlisle, Emmet y Jasper montaban las tiendas de campaña, Rosalie y Alice charlaban, mientras Esme paseaba observando las flores y yo estaba sentada en una roca un poco marginada sin hacer nada.

– ¡Bella vente! -. Me animó Alice mientras caminaba hacia mí.
– ¿Qué? Ah si, si… Ahora voy – dije aturdida-. Me levanté hacia ella, casi nos chocamos.
– ¿De qué hablamos ahora? – comentó de mala manera Rosalie-. En ese momento ya estábamos Alice y yo junto a ella.
– Pues,… ¿Os…? bueno mejor dicho, ¿te da miedo la oscuridad?-. Rió Alice dirigiéndose a mí.
– No. – le respondí fríamente sin motivos-. Después seguimos hablando de «cosas de chicas´´ por decirlo de alguna forma, aunque debería de decir «cosas de vampiras´´.
Preferí irme a dar un paseo por el monte que a escuchar de lo que hablaban, me fui sola. Sin que nadie me viera, aunque supongo que lo intuirían o algo así.

Mientras cantaba noté que alguien me vigilaba, y de echo tenía razón. Cuando me dí la vuelta para irme del miedo una chica que me sonaba de algo se me apareció delante.
– Hola preciosa, ¿te acuerdas de mí?- me dijo una chica que no reconocía.
– No, no me acuerdo de ti… Ah sí, espera eres…. -. Era Delia Sdool, la que nos «visitó´´ en la isla. Alice, no sé como intuyó donde estaba y que me querían hacer que yo no lo sabía.
– Bella tranquila ya estamos aquí – me tranquilizó Edward-. Estaba a mi lado.
– ¿Qué quieres?- preguntó Rosalie-.
– Dejad a mi hermana – gritó Jhon Sdool de repente-. Salió de la nada.
– Pues dejad de perseguirnos pesados, y dejad tranquila a Bella – Les gritó Rosalie muy valiente-.
– Humm, pensaba que estaba sola- dijo Delia- Disculpa-.
– ¡Vayámonos Bella ! – Me avisó Edward mientras me cogió de la mano-.
– Mentirosos… – murmuró Alice.

Menos mal que vinieron a salvarme o si no ya estaría echa añicos.

– ¿Con ellos no habrá que hacer como con el otro, no?-. Pregunté.
– ¿Qué otro?- me contestó Edward-.
– Aish, el hombre ese que casi me meta que no me sale el nombre-.
– Ah no tranquila, estos no te van ha hacer daño se han dado cuenta de que estamos muy unidos no se atreverían-.
– Puf… ¡Menos mal!-.
Entonces, me miró. Se puso delante de mí y me dijo:
– No dejaría que nada te hiciera daño-.
Me puso sus fríos labios en los míos, sentí como sus largas manos me abrazaban. Y me besó.

Después de dos días con una fiebre extraña, me decidí ir al médico, mejor dicho consultárselo a Carlisle. Llamé a Esme.
– ¡Esme!¡Esme!-. Grité
– Sí, cariño-. Contestó dulcemente. Entonces bajé el tono de mi voz.
– ¿Dónde está Carlisle?-.
– Humm… Dejame pensar, me parece que en su despacho-.
– Vale, gracias-.
– ¿Por qué?¿Necesitas algo?-.
– No, no gracias-.
Después de que Esme se fuera a no sé donde, me levanté trastornada del sofá, ande hacia las escaleras como una borracha y cuando llegué me tuve que agarrar a la barandilla y dejar caer ahí todo mi peso. Agarrada a la barandilla subí las escaleras sin soltarme ni un segundo. Trastornada, busqué el despacho de Carlisle, y al ver tantas habitaciones se me triplicaron, empecé a dar vueltas en redondo, todo me daba vueltas, hasta que… vomité. Carlisle me escuchó y vino a socorrerme, cuando llegó me encontraba tirada en el piso y manchada de vómito. Me llevó a la duchá y me empapó de agua fría. Fui mejorándome.
– Te voy a bañar y luego te inspeccionaré-.
– No, Carlisle, de verdad. Yo me ducho sola-.

Vale, si necesitas algo gritas, estaré esperando en la puerta-.

Mientras me duchaba, me dí cuenta de que tenía como un moratón un poco más arriba del tobillo, no sabía de que podría ser, porque no me había dado ningún golpe. Aún tenía un poco de marea y náuseas y no sé si tenía fiebre. Me rodeé una toalla al torso y otra más pequeña a al pelo, ande hasta mi habitación y me vestí con un camisón blanco con flores rosas. Me sequé mejor el pelo y me puse una cola. Entré en el despacho de Carlisle, donde él me esperaba impaciente. Me observó con no sé cuantos aparatitos.
– Bueno,… No te veo nada malo- dijo- Pero…-. Le interrumpí.
– Pero yo no me encuentro nada bien y ya me has visto como estoy.
– No sé, pero hay algo que no funciona bien en tu organismo-.
– Mira tengo algo en el tobillo, no sé si tendrá algo que ver-.
– Haber…¿en qué pierna?-.
– En la derecha, mira-. Le levanté la pierna mientras hablaba.
– Es una garrapata-.
– ¿¡Quééé!? ¿Y es grave?¿Tiene algo que ver con la fiebre y todo eso?-. Pregunté asustada.
– Sí, pero tranquila tiene cura. Está hay no se ha movido iremos al hospital y te la sacaré allí.
Me cogió del brazo y me ayudó a bajar al escaleras, siguió ayudándome hasta que me senté en el coche, exactamente en el asiento del copiloto. Carlisle conducía igual de rápido que todos los Cullen. Cuando bajamos me volvió ayudar hasta llegar a una habitación llena de productos higiénicos, etc…

Me sentó en un camilla, luego cogió un pequeño cúter y le echó alcohol. Me hizo una pequeña apertura en el lugar donde se situaba el bicho yo, muerta de dolor de no haberme puesto anestesia me agarraba a los filos de la camilla como si me fuera a caer de un barranco. La pierna comenzó a sangrar, cogió un bote de desinfectante y me echó un chorro en la herida, luego sacó de una pinza que estaba empaquetada en una bolsita de papel y con ella sacó a la garrapata. Yo tenía los ojos en blanco del dolor que tenía, las manos ya llenas de sudor, me mordía el labio inferior para revelarme contra aquel intenso dolor y a los segundos me desmayé. Ya no recuerdo más.
Cuando desperté estaba en una habitación diferente a la anterior, pero seguía en el hospital. Me miré el pie y me vi la herida cerrada con puntos. Entonces fui fijando en la habitación y me di cuenta de que allí estaba Edward, observándome, como si nada.

Mientras dormía no sé durante cuanto tiempo, escuché un pitido que me molestaba demasiado. Aturdida abrí los ojos, y me dí cuenta de que era el MP3 el que estaba pitando porque se le estaban acabando las baterías. Con un ataque de furia cogí el MP3 y lo tiré al suelo, en el mismo momento me mostré arrepentida por lo que había echo, así que me levanté muy rápido y cogí el MP3 como si fuera un niño pequeño que se había caído. Cogí el cargador y lo puse a cargar. Al rato con dolor de cabeza y un poco de fiebre lo encendí para ver si funcionaba, y funcionaba perfectamente, aunque tenía el cristal un poco arañado o mejor dicho un poquito roto.

– Buenas Bella, ¿qué haces?-. Me preguntó Carlisle mientras me veía con mala cara, pero entusiasmada por el MP3.
– Estoy… pues… que… el MP3, casi se me parte-.
– Humm… Te veo mala cara, supongo que estas mala, ¿verdad?-.
– Pues sí, tengo un poco de fiebre y algunos dolores de cabeza y mareos-.
– Bueno me voy, cuando vuelva te revisaré ¿vale?-.
– Vale…-.No me dio tiempo a terminar la palabra cuando Carlisle ya había salido por la puerta.

No me encontraba muy bien así que me volví a acostar en el sofá. Aburrida encendí la televisión y solo echaban noticias un poco desagradables como; un edificio se ha derrumbado, a muerto no se quién, ha habido un accidente, un enciendo en el centro comercial de Los Ángeles,… Cosas a las que en esos momentos no lo pillaba el sentido. Me acurruqué y dí unas cabezadas como un zángano sin hacer absolutamente nada durante un día. Aburrida, me levanté y con el pijama blanco con flores rosas y me fui a pasear al jardín de atrás. Corté un rosa de color fucsia de un matorral, y la eché en agua para ver si crecía o algo, simplemente por aburrimiento, pero la reproducción de las plantas son muy lentas y yo necesitaba algo más rapidito para distraerme. Aunque tenía un dolor de cabeza impresionante, me avanzaba por segundos. Me notaba como si mi cabeza fuera una pelota de baloncesto que rebotaba con la pared cada vez mas fuerte, y mas fuerte, y mas fuerte… Me tomé una pastilla que tenía un gusto horrible. Por una o dos horas se me fue el dolor, pero después volvió. Entonces, vi a mi estrellas entrar por la puerta.
– ¡Edward!-. Grité animada sin sabes la razón.
– ¡Dime!¿Ha pasado algo?¿Estas mejor?-.
– No, no ha pasado nada. Y sí, si estoy mucho mejor-. Le dije engañandole.
– No me puedes mentir, sé que no estas demasiado bien-.
– Verdad, no te puedo mentir-. Me rendí
– Bueno te voy a distraer un poco-.
– No, no, no hace falta que te molestes-.
– Da igual, tengo el parchís en ese mueble-. Se levantó a coger el parchís, se sentó a mi lado y puso el tablero entre mi pierna derecha y su pierna izquierda. Yo era el color rojo y él el azul. Hicimos tres rondas, a las que él me iba ganado. Yo solo había ganado una la segunda partida y el ganó la primera y tercera partida, aunque íbamos ya por la cuarta. Perdí, perdí de nuevo.
– Ya ves, soy invencible-. Me reprochó Edward sonriendo.
– Bueno yo me alegro-. Le dije fríamente.
– Y ahora…¿me puedes dejar espacio para tirarme en el sofá?-. Le pregunté educadamente.
– Mm… espera que lo piense, sí. El sofá el solo para ti-.
Me tiré en el sofá como una mula, con la cara más pálida de lo normal, volví a coger una manopla húmeda para ponérmela en la frente.

No sabía a que venía esta fiebre. Pero cada vez me preocupaba más ya que al ponerme el termómetro me dio treinta y nueve coma veintidós grados de temperatura. Si mañana seguía igual le pediría ayuda a Carlisle haber que me podría decir.

13 – Resfriada

Estábamos Edward, Alice y yo sentados en el sofá, cuando de momento me entró una tos seca y molesta. Me puse la mano en la boca para que mis tos no molestara a los demás.
– ¿Estás bien?-.Me preguntó Alice, con un tono de preocupación.
– Sí,sí….sí-. Le repsondí mientras seguía tosiendo.

– Te encuentro un poco pálida y los ojos muy brillantes, como perlas-. Dijo Edward muy preocupado por mí.
– ¿A sí? Pues yo me encuentro fenomenal-. Los animé.
– Daría lo que fuese por apostar de que tienes o te vas a poner con fiebre-. Me aseguró Alice, sin ninguna mala intención.
– La verdad es que me duele un poco la cabeza-. Les afirmé, mientras me llevaba la mano a la cabeza para comprobar si tenía fiebre. Luego subí hacia la habitación. Mientras iba de escalón en escalón me sentí mareada, como si estuviera perdiendo la mente. Entonces sin dudarlo fui más rápido hacia arriba no fuéra a ser que me desmayara por las escaleras y me viera en el hospital.

Entré en el cuarto de baño, busqué el termómetro y mientras los buscaba, cogí una manopla y la humedecí. Bajé y ya no estaban ni Alice ni Edward sentado en el sofá, se habían dispersado. Entonces me acurruqué muy cómoda en el sofá, me puse el termómetro y la manópla húmeda por encima de la frente. Me quité el termómetro y me pareció que sí tenía friebre, cuando lo miré tenía treinta y ocho grados y pico. Para mejorarme cogí una revista de moda que estaba encima de la mesa, pero mi intento de mejora no me sirvió de casi nada. Me mareé aún más al ver aquellas pequeñas letras que no se veían nada.

Cuestión de dos horas, no notaba la existencia de nadie en la casa, es como si todos hubieran desaparecido. Me volví a poner el termómetro. Hice el esfuerzo de levantarme, y lo conseguí. Abrí el cajón del mueble de la entrada y cogí mi MP3. Me volví a tirar en el sofá y exactamente cuando encendí el MP3, me dí cuenta de que me tenía que quitar el termómetro para ver mi temperatura y ahora tenía treinta  y ocho, pero estaba más cerca de treinta y nueve grados de temperatura. Me puse los cascos y me quedé dormida mientras escuchaba la música grabada en el MP3.

Ya hacíamos las maletas para volver a Forks. Yo ya no corría peligro de extinción por decirlo de alguna forma. Cuando salí de la casa con las tres pesadas y grandes maletas Edward vino corriendo para ayudarme.
– ¿Dónde está Alice?-. Le pregunté muy interesada por ella.
– Se fue después de que tú desayunaras-. Me contestó y me alzó un sonrisa.
– Supongo que se habrá ido corriendo, ¿verdad?-.
– Sí-. Me dijo mientras me llevaba las maletas dentro del avión privado, esa idea de ir en avión privado me fascinaba, el avión era maravilloso; por afuera era plateado y negro, pero por dentro era fresco y muy amplio. Mientras volábamos me entró mareo y vomité, me alegro porque no manché nada y espero que no le cayera a ninguna gaviota.
– ¿Estás bien Bella?-. Me preguntó Edward mientras pilotaba.
– Ya estoy mejor-. Le aseguré.
– Si te encuentras otra vez mal me lo dices-. Me comentó.
– OK, te lo diré-. Le afirmé sinceramente.
Ya estábamos cerca de Forks según me decía él. Aterrizamos en suelo plano de asfalto
donde ponía una H con pintura blanca rodeada de pintura azul. Me dio la impresión nada más al bajar que quedaba poco para llegar a la casa de los Cullen, le abrí paso a unas ramas que estaban por mi altura y me di cuenta de que estábamos ya en la casa de los Cullen. Estaba harta de la arena y el calor, será porque ya me estaba acostumbrando al frío y a la lluvia pienso yo. Se me había olvida por completo hacía cerca de un mes que no miraba mi correo para ver si tenía alguno de mamá, tiré las maletas en el suelo y corrí directa hacía la sala de estar donde se encontraba el ordenador, tenía mas de cincuenta correos de mamá. Los leí uno a uno, en casi todo me ponía que estaba muy preocupada por mí, tarara, tarara… pero el que más me ilusionó es el segundo correo que me había enviado no se como se acuerda de mi película preferida ya que yo casi no me acordaba en el correo me ponía:

Hola cariño, soy mamá. ¿Te acuerdas de pequeña cuando te gustaba Harry Potter? Pues he encontrado un blog ficsharrypotter.wordpress.com espero que te guste. Y no comas mucho chocolate que vas a engordar.

MAMÁ XXXXX

Me agradó mucho que se acordará de mi película y actor favorito yo le envié un e-mail que le contestó a todas sus preguntas, la pobre tendría que estar muy preocupada por mí me ponía mucho emoticonos con caritas tristes o llorando. Después de cerrar el correo me metí en la página que me había recomendado y me gustó mucho, leí todos los capítulos y de hay en adelante decidí ser una lectora de ese blog.

Ya llevábamos cinco días en Isla Esme y ya estaba muy bien de mi quemado. Yo estaba en la hamaca que colgaba de dos palmeras, de repente vino Edward y me cogió en brazo inesperadamente. Me llevó hacia la sala principal de la casa, cerró todas las puertas, las ventanas…
– ¿Qué pasa?-. Le pregunté
– Vienen vecinos, te han olido-. Me contestó mientras se quedaba completamente parado.
– La isla no era privada-.
– Sí, pero te han olido y quieren saber quien eres-.
– Pues que me vean-.
– Pero, son dos, corremos el riesgo de que uno vaya a por ti y otro a por mí-. Me contó preocupado.
Tock, tock. Sonó la puerta, yo me sobresalté. Edward, abrió la puerta y…
– ¿Alice? ¿Qué haces aquí?-. Le pregunté a ella.
– Vengo a defenderos, dentro de poco llegaran los refuerzos, ja,ja,ja…-. Se rió burlona.
– ¿Sabes quienes son?-. Le preguntó Edward a Alice.
– Sí, Delia Sdool y Jhon Sdool-. Afirmó.
– Es mejor que nos vayamos-. Opiné.
– No, será peor, olerán tu miedo e irán más rápido por ti-. Con lo que me dijo Alice me asusté.
– ¡Tranquila! Ya no te va a pasar nada-. Me aseguró Edward.
– OK, creo en vosotros-. Dije yo muy confiada de mí misma.
– Vengo corriendo-. Dijo Alice.
– ¿Me has leído la mente?-. Le pregunté muy segura de lo que había hecho.
– Mm, sí-. Me afirmó.
Entonces se escucharon unos golpes en la puerta. Alice se puso delante mía y me dijo que me soltara el pelo. Yo le hice caso, por mi bien.
– Sé que estas hay, humana-. Gritó Jhon Sdool. Edward abrió la puerta.
– Hola, ¿qué buscáis?-. Preguntó.
– Veo que traéis comida, invitadnos-. Dijo muy animado Jhon, su hermana estaba a su lado.
– No es comida-. Me protegió Alice.
– Me iré por el momento, pero procurad que no se quede sola, no puedo guardarme mis ansias-. Nos amenazó. Después de la amenaza se marchó. Sinceramente no me daba miedo, o quizás sí, un poco, pero no mucho. El día se me hizo corto, ya era la hora de cenar. Bueno de que yo cenara. Alice corrió a buscar un animal para comer, después de venir Alice, Edward buscó otro. Yo no tenía ganas de dormir así que me fui arriba, al cuarto. Encendí la radio y me puse a bailar mientras me leía un libro sobre la cama. Alice para que yo estuviera segura «durmió´´ esa noche conmigo.

Cuando llegamos a isla Esme, Edward y yo nos instalamos en la lujosa casa. Lo primero que hice fue ponerme el biquini y dar un paseo, hacia demasiada calor así que decidí darme un buen baño en la playa, pero se me olvidó que aquel agua estaba templada y… al entrar me acordé y me salí al momento, pero ya era tarde tenía más calor. Hacía tanto que no sentía el calor que por una parte estaba a gusto. Cogí una toalla y la puse muy bien puesta en la arena para tomar el sol, me coloqué en mi postura y me dormí:

Volví a abrir los ojos y me vi como en un campamento indio, estaba amarrada a un palo, lo que más me entristecía es que no estaba Edward. Los indios parecían que eran caníbales y tenían ganas de comer carne fresca. Intenté soltarme de la cuerda y el intento sirvió de algo, conseguí soltarme y me fui corriendo, el pequeño problema es que todos los indios me perseguían. Yo muerta de miedo me fui a la orilla y me encontré por sorpresa una barca, me monté en ella y salí pitando de allí. Algo salió mal y la barca se tambaleo, se dio la vuelta, y caí al agua. Miré hacia la orilla para ver si me perseguían y al ver que o había nadie nadé hasta allí, algo me parecía extraño. El agua estaba fría y la arena era áspera. Me miré y tenía ropa y de momento empezó a nevar aunque era imposible que en una playa ocurriera eso, entonces vi a un cervatillo herido y fui a curarle la herida y cuando me dí cuenta le estaba chupando la sangre, me quedé un poco bloqueada de lo que estaba haciendo, luego vino Alice y me fui con ella de caza por la selva de la isla, seguía nevando, de repente me entró una calor horrorosa y la nieve paró. Ahora llovía a cántaros y me estaba ahogando con el agua.

Abrí los ojos y me di cuenta de que todo era un sueño, también observé que la marea había subido y estaba en la orilla con la toalla empapada y yo estaba quemada del sol. No me podía ni mover de lo quemada que estaba, tuve que llamar a Edward para que me pudiese ayudar. Cuando me estaba dando un baño con agua fría me alivié un pelín más. Me tumbé en el sofá como pude, pero eso sí, iba con el pijama al no poder aguantar la calor cogí unas tijeras y lo corte y parecía de invierno, aunque soltaba algunas pelusas. Por unos segundos me acordé del motivo de este viaje y me deprimí, pensé que si seguía distraida como lo estuve hoy, podría superar mi crisis. Edward de una forma u otra percató mis pensamientos y me intentó distraer hasta que lo hizo acabé jugando al parchís, a un karaoke, viendo la tele, jugué de nuevo al parchís, al ajedrez, ¡hasta dibuje! Lo que más me gustó fue un juego que se inventó escribimos los dos unos papelitos y unos dibujos lo metimos en dos botellas y lo echamos al mar.
No sé. No sé donde podrá llegar aquella botella y tampoco sé donde podrá llegar mi amor por él, y tampoco sé todo el amor que siente el por mí, no, no lo sé.

Me desperté de la anestesia, y aún sentía el dolor, pero un dolor menos leve, como de descanso. Veía un poco borroso y me intente fijar donde estaba, fui recuperando la vista hasta que me dí cuenta de que me encontraba en una habitación del hospital. Intenté levantarme, pero no pude. Alce una voz.
– ¡E!…-. chille
– Tranquila, estoy aquí, estaba esperando a que dijeras algo-. Dijo Edward con una sonrisa.
– No te rías de mí y ayudame-.
– No puede moverte, espera a que venga Carlisle-. Me dijo con un tono de preocupación que no me hizo nada de gracia. En ese instante entró Carlisle y me dijo con una sonrisa
– ¿Cómo te encuentras Bella?-.
– Pues, bien aunque noto un poco de dolor, pero muy leve-. Le avise.
– Es normal-. Dijeron Edward y Carlisle a la vez.
– Bueno, te contaré lo que sucedió-.
– Eso, dime-.
– Pues mira, Julia te hizo daño, tu te esforzaste más de lo que una embarazada debería, y por culpa de todo aquello, abortaste, lo siento-. Me contó Carlisle como si fuera un cuento.
– ¿¡Qué!?… mi hijo, Edward, nuestro hijo…-. Casi me desmayo, pero no me desmayé. Ya tenía asimilado que yo siempre, bueno casi siempre tenía mala suerte. Sin que me diera cuenta las lágrimas se me resbalaban de los ojos y me caían lentamente. Pasaron los días y aunque creyera que estaba mejor interiormente esta fatal.
– Bella, dime la verdad, te noto algo, ¿qué te ocurre?-. Me dijo Edward
– Que no aguanto más con esto que llevo dentro, tengo que desahogarme-.
– Pues hazlo conmigo-. Me dijo mientras me cogía del brazo para sentarnos juntos-.
– Pues, mira que…-. Le conté toda mi amargura y me comprendió.
– Si te parece bien podemos irnos de viaje a isla Esme-.
– Bueno me lo pensaré-.
– ¡Vale! ¿Tienes algo más que escondes?-. Me pregunto radiante.
– Sí, acabo de decidirlo, vayámonos a la isla E…E..-.
– Esme, isla Esme-. Me interrumpió al ver que no me acordaba del nombre de la isla. Después de aquello yo ya me encontraba mejor de haberme desahogado con él. Pero, aún tenía algo de tristeza en mi interior, creo que es lo mejor que puedo hacer, irme unos días de vacaciones. Lentamente fui examinando la ropa de mi ropero para saber cual me debería llevar, la fui eligiendo y metida muy bien doblada en la maleta.

Tres o cuatro meses después de todo aquello, ya se me notaba la barriga y por supuesto nada de lo que tenía me servía, me refiero a la ropa. Así que me fui sola a Port Angeles para comprarme ropa pre-mamá. Entre por la puerta principal, primero, entre en una tienda llamada “NENNUCO´´ y no me gustó nada de lo que vi, luego, entre en una tienda donde solo había cosas rosas y naranjas, allí me compré un camisón de color rosa bebé. Y después fui por más tiendas, lo que sé es que cuando llega al coche estaba cargada de bolsas con ropa. Volví a Forks sin prisa alguna. Cuando llegue a la casa rápidamente subí para darme una buena y relajante ducha. Estiré los brazos y me salí de la bañera, cogí una toalla blanca que estaba colgada en la puerta y me envolví el cuerpo con ella. Abrí un cajón donde había toallas mas pequeñas, cogí una de ellas y me la puse en la cabeza para que el pelo se me secara. Ande hasta mi habitación me puse el camisón rosa y bajé a hacerme la cena.

– Que raro huele-. Comentó Esme mientras olfateaba como un perro.

– Mm… es que estoy haciendo comida-. Le contesté.

– OK, por cierto ¿ que comida estas haciendo ?-.

– Pues una tortilla francesa con patatas-. Le informaba mientras le echaba un poco de sal. Después de las preguntas que me atosigaban de Esme, eché la comida en un plato, cogí unos cubiertos y me puse a comer en el salón mientras veía un programa de juegos. Cuando terminé de cenar lavé los platos y me asomé a la ventana, la noche no era muy buena se acercaba mucha niebla y el cielo estaba oscuro como el carbón. Mientras iba a coger un libro de la biblioteca de la casa, perseguí unas manchas de sangre que desviaron mi camino y me llevaron hasta el cuarto de baño, las cortinas d ella bañera estaban cerradas y las manchas de sangre acababan ahí y no me quedó mas remedio que abrir las cortinas para ver que había detrás de ellas, en el momento exacto que abrí las cortinas una persona de la cual no pude ver su rostro se abalanzó sobre mí y empezó a atacarme me levanté como pude y cogí en vaso de cristal que servía para guardar los cepillos de dientes y se lo partí en la cabeza a ese “alguien´´, como cayó boca abajo con mis manos lo puse boca arriba y me dí cuenta de que era Julia, sin pensármelo dos veces corrí con un poco de sangre hacia abajo para avisarle a Esme y a Edward, que eran los únicos que se encontraban en casa. Fuimos los tres de nuevo hacia arriba y Edward se peleó con Julia, como si fueran dos lobos feroces. Edward le pegó un puñetazo en la cara, y ella una patada en la barriga, él un bocado en el brazo, ella le agarró de los pelos, el le mordió el cuello,…

Siguieron la pelea pero hasta poco, a Julia se salía mucha sangre por el cuello y ella no tubo oportunidad de hacerle lo mismo a Edward así que poco a poco se fue debilitando hasta morirse.

Esme se ofreció a deshacerse de su cadáver. Yo me quedé sola con Edward y entonces:

– ¡Explícame todo!-. Le gruñí

-¿ Qué te cuento ? -.

– ¡Todo! Me dijisteis hace algunas semanas mas atrás que estaba a salvo y ya ves-. Mientras se me saltaban las lágrimas.

– Se nos escapó y para que no estuvieras preocupada nos inventamos eso-. Me miró fijamente.

– ¡Aa!¡Aaa!¡Aaaa! Me duele, llevame al hospital, ¡ya!-. Le grité

– Si, si ya voy-.

Tenía miedo, pánico y vergüenza, tenía miedo de perder al bebé, pánico de pensar en lo que me harían y vergüenza de que estaba con un camisón llego de unas manchas no muy grandes de sangre.

Como no, ¿quién me atendió? Difícil de saber, siempre que iba a aquel lugar me atendía el Doctor Cullen, no es que me cayera mal, no, es que me aburría un poco de ver al mismo doctor. Tenía un dolor inmenso por la zona del estómago y no podía pensar en otra cosa que en el bebé. Me tiraron en la camilla y lo único más que recuerdo fue que me pinchó con un aguja que contenía anestesia y mientras me quedaba dormida me noté como comencé a expulsar sangre por la vagina y ahí me quede atontada y luego a la faceta final me quedé completamente dormida.